
Los que comenzamos nuestra carrera laboral en ese complicado mundo de la prensa escrita nos resistimos a creer que su final esté ya sentenciado. La crisis, que no ha hecho sino acelerar aún más la caída en los ingresos publicitarios y la venta de ejemplares; los cambios en los hábitos de consumo y un mundo digitalizado en el que los usuarios nos hemos hecho asiduos a lo ‘gratis’ son sólo algunos de los factores que exigen un cambio de modelo para este negocio.
Está claro que es un momento de transformación. Pero ¿hacia dónde? ¿Cómo rentabilizar la necesaria digitalización de los medios? Poco a poco están surgiendo tímidas iniciativas y grandes apuestas de medios y grupos de comunicación por despejar esta incógnita. ¿Aprenderá la prensa a venderse a sí misma? El tiempo lo dirá.
Sólo añadir que, independientemente del formato que adopte, la prensa no puede ni debe desaparecer. Y no lo digo por nostalgia, más bien es necesidad. Dentro de ese mundo aprendí, entre otras cuestiones, que aunque parezca imposible, las cosas sí pueden estar para ayer, que las jornadas maratonianas de trabajo son un juego si te apasiona lo que haces y, sobre todo, a enfrentarme a la realidad con espíritu crítico. También creé un hábito que a día de hoy me sigue acompañando: empezar el día leyendo la prensa. Esta costumbre, sin embargo, ya no me deja delatoras huellas de tinta en los dedos y, gracias a las nuevas tecnologías, me permite estar actualizada no sólo a primera hora, sino en cualquier momento y lugar. Un viejo hábito adaptado a los nuevos tiempos.
Con esto sólo quiero decir que crecí como profesional en un mundo en eterna crisis, sobre el que siempre planeaban los fantasmas de los recortes y los cierres. Esto, según parece, es lo único que no ha cambiado. Esperemos que en el futuro el sector salga victorioso de su obligada adaptación a los tiempos que corren.